viernes, 28 de octubre de 2011

La sombra de Tom Waits es alargada



Interesante artículo en www.rollingstone.es sobre la influencia de Tom Waits (Toni Espera en castellano) en músicos hispanos...

http://rollingstone.es/noticias/view/el-rastro-de-tom-waits-en-el-rock-espanol-de-calamaro-a-bunbury

La casualidad es que íbamos a discutir un día por aquí las diferencias entre plagios y homenajes y preguntaros qué os parece el "Dos de corazones" de Ariel Rot con respecto a ese "Jockey full of bourbon"...

miércoles, 26 de octubre de 2011

Siempre viene un bobo a tocarte los cojones

"Siempre viene algún bobo a tocarte los cojones. Nuestro público es mucho más majo. Van a festivales, se drogan y se lo pasan guay. Y si pueden echar un polvo, mejor. Los suyos, no. Están a ver quién tiene más vinilos de Leon Russell. Son un coñazo"

(Javier Vielba, de Arizona Baby y ahora en Corizonas, acerca de la diferencia entre dos tipos de público: el suyo y  el formado por los talibanes rockeros de Los Coronas y Sex Museum)

Entrevista con Íñigo López Palacios.
El País, martes 25 de octubre de 2011

martes, 25 de octubre de 2011

Sombras...

Magnífica sección de la revista efe eme sobre "Músicos en la sombra": en anteriores entregas nos presentaron más profundamente a Mauro Mietta (lugarteniente de Coque Malla) y Juan de Dios (ahora ilustre productor de Amaral, anteriormente mano derecha de Deluxe, para mí magnífico productor de Albertucho y Le Punk). La más reciente, y quizá la más interesante, la entrevista con César Pop (Le Punk, Quique González, Pereza...), que ahora presenta disco en solitario: http://www.efeeme.com/88359/musicos-en-la-sombra-cesar-pop-de-vocacion-acompanante/

domingo, 23 de octubre de 2011

Solo si mi solo sale

En el aparentemente intrascendente libro 31 canciones de Nick Hornby encontramos, aparte de una recomendable lectura para vuestros ratos muertos, un auténtico filón para este blog. Aviso de antemano: el libro puede parecer una solemne estupidez (no es más que hacerse una paja con 31 canciones –en realidad unas 40-) pero deja reflexiones agudas, certeras y, en ocasiones, brillantes. Aviso también: puede que destripemos algunos puntos en este blog porque es tan fácil como tirar de una versión de “Maneras de vivir”, “Twist & shout”, “Dolores se llamaba Lola”, “Losing my religión” o “La Bamba” en un concierto: muy malo tienes que ser para joderla.

Para empezar, nos detendremos en su visión acerca de los solos.

La verdad es que ésta es una pregunta seria: ¿cómo ilustra o clarifica la situación de los esquimales un solo de mandolina, por cierto? De hecho, ¿cómo puede cualquier clase de solo ilustrar cualquier clase de cuestión, sea la cuestión de los esquimales o la cuestión de un joven cuya novia se la pega con su mejor amigo? ¿Por qué se quedan en suspenso las palabras de repente mientras el guitarrista o el saxofonista o el violinista da un paso adelante y hace su número?
(…)




Luego, Hornby resume que los que nacieron en los últimos años cincuenta y se enamoraron de la música rock en los primeros setenta tienen una complicada relación con los solos. Pone el ejemplo de intentar con todas sus fuerzas disfrutar o al menos justificar el solo de 20 minutos del batería de Grand Funk Railroad en Hyde Park y pone el ejemplo de la vez que se marchó de un concierto de Led Zeppelin en Earl´s Court durante “una interminable extravagancia de John Paul Jones con el teclado”. Le dio tiempo a tomar una pinta y echar una partida de billar perdiéndose así también completa Moby Dick (el solo de batería). Entonces dice descubrir que “¡ESTÁ PERMITIDO MARCHARSE!”

Para aquellos que hemos nacido en los 80 pero hemos pasado por nuestra “Fase Led Zeppelin” (teoría de Chuck Klosterman que también comentaremos en este blog), el conflicto ha sido similar, especialmente con los discos en directo. Porque, claro, tú estás en un bar animadete y viendo a unos tíos que puede que tengan clase y “actitud” (sea lo que sea eso) tocando y, oye, pues bien… Pero, tú solo, en tu casa… intentando escucharte el Made in Japan de los Purple a las 4 de la tarde, sobrio como una lechuga… O, lo que es peor, con amigos, que entonces todos os miráis de reojo con ganas de pasar el puto solo pero sin que ninguno se atreva a dar el paso porque, claro, “es que es de los mejores directos de la historia…”. Realmente ha sido un apoyo ver que Nick, que no tiene un pelo de tonto, tiene una opinión similar a la tantas veces callada en las salas de estar y botellones del aprendizaje del rock.

Pero, sobre todo, realiza su particular distinción entre los dos grandes tipos de solos, con la que no puedo estar más de acuerdo:

Hay dos clases de grandes solos. El primer tipo, y el más corriente, es ese en que un músico brillante (o inspirado en ese momento) avanza un paso y toca con gran imaginación –incluso emoción, si tiene suerte-el número de compases que le han otorgado, pero no, necesariamente, los adecuados. Al final de “Kid Charlemagne” de Steely Dan, por ejemplo hay un solo de guitarra de tan extraordinaria y virtuosa exuberancia que terminas preguntándote de dónde ha salido y qué demonios tiene que ver con la seca ironía de la letra de la canción; “Kid Charlemagne” es una mirada típicamente aguda, punzante sobre la muerte de los años sesenta, pero el solo con que termina es el sonido de una alegría pura, ínegra; la guitarra se sube a hombros de la canción y luego se lanza tal cual hacia las nubes, y cuando la canción se va apagando piensas que también llegará hasta ellas.


(…)

Yo, al leer esta definición pienso sobre todo en los solos jeviatas de canciones románticas, pero también incluso en aquellos solos brillantes, intensos y ou, sí, auténticos… pero innecesariamente largos.  Con este tipo de solos no puedo dejar de pensar: tío, ya sé que eres bueno, no hace falta que te empeñes en demostrarlo y dejarlo claro durante 6 minutos…

Sigue el gran Hornby:

Pero mis solos favoritos son los que muestran de algún modo que el solista ha captado el sentimiento de la canción, la letra, la música y todo, ha sentido la canción y ha comprendido su esencia auténtica, de manera que el solo se convierte no solo en una reinterpretación imaginativa de ella, sino en una contribución a su significado y su ser, y una articulación de éstos, como un fragmento brillante de crítica práctica. (…)
Clapton lo hizo repetidamente en Layla, cuando al parecer estaba colgado de la heroína y exaltado por el dolor –un golpe para aquellos de nosotros que no queremos tragarnos ninguno de esos mitos sobre el arte-. Su solo en “Nobody knows you when you´re down & out”, un corte profundamente sentido y tocado con sencillez que parece manar incesantemente de una herida profunda en el centro de la canción misma –no del guitarrista, sino de la canción- es mi instante favorito de blues-rock blanco. “ 



Mientras leía esto, no podía dejar de pensar en Ariel Rot, del que muy a menudo se dice que es el mejor guitarrista español pero pocas veces se dan razones.
Para mí, la razón principal es que sabe poner su guitarra al servicio de las canciones. No es un Santana, el muy pesado cabrón, que lleva 40 años grabando discos y parece que en cada solo sigue necesitando demostrar que es Santana… Y, joder, ¿no le valdría con el maldito gorro?

Yo, la verdad, que soy un cerdo sin sentimientos o, al menos, un cínico con resentimiento, nunca he sido demasiado de intérpretes de supuesta “autenticidad”, que “transmiten”… Para emocionarme con una canción suelo necesitar melodía y/o letra. Sin embargo, con Ariel Rot sí que me ha pasado a veces que un solo sentido, perfectamente interpretado y, sobre todo, manteniendo la línea de la canción, ha sabido transmitir algo más auténtico de lo que, a menudo, estaba consiguiendo con la letra y la melodía. Por ejemplo, "Geishas en Madrid" es una de mis canciones preferidas, y la letra no creo que sea especialmente brillante desde el punto de vista literario... no sé, es francamente emocional, sí, pero creo que lo que convierte en INCREÍBLEMENTE COJONUDA (posiblemente de las mejores o al menos de las más emocionantes del pop-rock en castellano) la estrofa

“la última vez fue en los noventa:
hicimos el amor y bailaste para mí,
pero de madrugada los dos nos dimos cuenta
que era demasiado tarde y me dejaste ir...
Y cuando me iba, me dijste una vez más:
-Hey, Ariel, take a walk on the wild side!”

es el solo que la completa.



Eso mismo ocurre con "Los tipos duros no bailan"… que siempre me ha parecido una excepcional mezcla entre Bob Dylan y Keith Richards en solitario… Y, si te fijas, la letra es, mínimo cursi, y con uno de los peores comienzos de canciones de los últimos tiempos (“me dejaste correr/GALOPAR COMO UN POTRILLO????”), pero ¿cómo te vas a fijar cuando hay una guitarra tan maravillosa haciendo el acompañamiento y sutiles, elegantes toques de guitarra solista que te van pinchando justo donde se juntan el corazón y los huevos?



E, incluso, cuando se pone sentimental, en la típica balada como “Me estás atrapando otra vez”, cuya estructura todo el mundo conoce y sabe cuándo va a llegar el solo y, más o menos, cómo va ser, nadie se espera que lo haga así y siempre dudas de que vaya a saber contenerse y dejarlo justo cuando tiene que hacerlo, sin pasarse pero sin quedarse corto, haciendo un solo preciso,perfecto...

Realmente, y no es por corregir a Hornby, creo que hay tres tipos de solos: los que deseas que se acaben de una vez, los que al principio te encantan y luego te aburren, y los que quieres escuchar mil veces. Y estos son los de Ariel. Desde luego, no solo un solo. Mucho más que eso.


domingo, 16 de octubre de 2011

No somos nada: enanos subidos a hombros de gigantes.

Con todo lo expuesto no queremos dar lugar a malentendidos: Despistaos hicieron un discazo de rock transgresivo (sea lo que sea eso) difícilmente superable; Pereza son de las bandas más solidas de pop-rock en España y Lichis, sin duda, es uno de los mejores letristas en castellano y su discografía variada, envidiable y, sobre todo, apetecible (somos muchos, imagino, los que esperamos con ansia el proyecto Miguelito).


Simplemente, como tenemos la suerte de venir por detrás, tenemos el morro de intentar aprender de sus errores. Como decía La Polla Records, nosotros, en concreto, no somos nada. Pero, gracias a Pereza, Despistaos, Nacho Vegas, Los Rodríguez, Extremoduro, Le Punk, Albertucho, Julio de la Rosa, Ariel Rot, Marea y muichos más, somos, o pretendemos ser, lo que Bernard de Chartres llamaba "enanos subidos a hombros de gigantes" y que tan bien explicó Juan de Salisbury:


"Nosotros sabemos normalmente más, no porque hayamos avanzado por medio de nuesra propia habilidad natural, sino porque nos apoyamos en la fuerza mental de otros, y poseemos riquezas que hemos heredado de nuestros antepasados. Bernard de Chartres solía compararnos a pequeños enanos subidos a hombros de gigantes. Indicaba que vemos más y más lejos que nuestros predecesores, no porque tengamos una mejor visión o una mayor altura, sino porque nos levantan y nos llevan en alto sobre su gigantesca estatura” 

(Juan de Salisbury, The Metalogicon, traducción, introducción y notas de Daniel D. McGarry)

sábado, 15 de octubre de 2011

Pereza: los malos-malotísimos del rock

En cuanto a Pereza, reconozco desde la primera línea del post que durante muchos años les he odiado. Visceralmente. Eso de antemano. Primero porque servidora siempre ha sido gilipollas (como habrán podido notar a poco que hayan ojeado el blog) pero de joven era también entusiasta. Y de esa gente que todavía se compraba discos. Así que en cuanto leyó un par de críticas en las que comparaban el debut de Pereza como “una mezcla entre Leño y Tequila” corrí a comprármelo. Diez euros. Todavía no se lo he perdonado. Busquen dos canciones de ese disco a ver cuál les suena más a Leño y cuál más a Tequila. Y me cuentan.


En fin. Tratemos de dejar de lado mis problemas de psicoanálisis: el segundo punto fue que Pereza fue un grupo que, desde el inicio fue mimado hasta la náusea por la prensa: El País, La Revista 40, sobre todo en la Rolling Stone, que parecía que vivían en el piso de arriba o eran sobrinos del director… Y es cierto que ya en el segundo disco había un temazo descomunal pop como “Pienso en aquella tarde”, por lo que intenté perdonar nuestra cuenta pendiente de los diez euros y, visto que Pereza, indiscutiblemente era un grupo para niñas, comprar el segundo disco a mi hermana pero escucharlo de vez en cuando de estrangis…
¿Qué pasó? Pues todo aquel que haya escuchado el segundo disco de Pereza sabe que es bastante mediocrecillo… Si quieres bailamos está digna… Hay momentos sonrojantes… Y los geniales están escondidos entre temas que ni fú ni fá (ese “Llevo gafas de sol mientras curro en la carretera!” que grita Rubén entre dos guitarrazos…). Aunque ya sí se ve un grupo tequilero, con posibilidades de hacerlo casi bien en cuanto mejoren un poco las letras… Eso sí, ya habían hecho un auténtico TEMÓN IM-PRESIONANTE, que vergüenza me daba reconocerlo:


Digamos que, nosotros que siempre hemos sido la hostia de guays, y escuchamos a Extremoduro y alguna vez  miramos alguna foto de Lou Reed, y sabemos alguna de la Polla y tenemos el poster de los Pistols, les podíamos perdonar la vida... para estar hablando, eso sí, de un grupo de POP COMERCIAL, sin duda, sin discusión posible y sin el más mínimo motivo para hacerse los indignados… porque en todas las canciones tiran de la estructura típica, tienen cuidado de no sonar ni tan siquiera mínimamente ruidosos en ningún arreglo ni ganarse ninguna posible bronca con ningún verso… Algo que en mi estado de adolescente sabeolotodo (y, por supuesto, auténtico) me repateaba de la hostia en relación con su imagen pública de malos malotísimos, keithrichards de pacotilla, peligrosos yernos de niña pija a la que seguían el juego todos los medios citados (“en el escenario se pierden kilos, pero se ganan gramos”, “siempre hay alguna chica que se cuela en el camerino y claro, eso merece un premio, ¿no?, “una vez cogimos un tiburón pequeñito y lo metimos por…”, bueno, esto igual no, pero este era el rollo).
Pero entonces, llegó lo peor, cuando parecía que no se iban a atrever a más los novios rebelditos que un día dieron una calada a un porro, van y cogen una de las pocas canciones decentes que tenían y se marcan una versión pastelosa, relamida, horrorosa con David Summers de HOMBRES G Y DANI MARTÍN DE EL CANTO DEL LOCO.



Les odiaba, sí. De hecho me planteé recoger firmas para que tuvieran que enjuagarse tres veces la boca antes de pronunciar la palabra “rock”.
    Para remate, por esa época leí una entrevista en la que hablaban sobre la preparación de su próximo disco y decían que les gustaría lanzar un single que fuera una canción de sexo, muy atrevidilla, algo caliente que pusiera a la gente mientras la oían por la radio…
Me pareció absolutamente detestable: o sea, que antes de tener grabado el disco, antes incluso igual de haber compuesto la canción, ya tenían diseñada la estrategia comercial, como si fueran Madonna o Britney Spears (que por entonces seguían vivas)…  ¿A dónde íbamos a llegar? ¿Es que no quedaba integridad en el mundo del roc? ¿Es más, para empezar no tendrían que enjuagarse la boca tres veces antes de pronunciar “el mundo del rock”?
Ya saben cómo acabó la historia: en este caso el público fue menos talibán que yo. Pereza sacaron un tercer disco (“Animales”) incontestable. Con un montón de singles de éxito y canciones en general, como mínimo muy, muy pegadizas. Bien tocado, bien grabado, letras más que decentes… Y ya se quedaron para siempre en la Champions del Pop Español, en la que han demostrado desde el principio una humildad y una integridad increíble, aceptando colaborar con cuantas viejas glorias se lo han pedido, sin preocuparse de beneficios comerciales y, la verdad, transmitiendo la ilusión de unos putos locos de la música, que seguramente es lo que han sido siempre.
Luego, con el disco de duetos y el acústico demostraron que el problema de las canciones del primer y el segundo disco era, sobre todo, de producción. Con Aproximaciones ya demostraron que no les importaba intentar rollos más experimentales o introvertidos y lo han acabado reafirmando con Aviones.
Falta que dejen de hacerse lo malos malotísimos en los videoclips para que no me quede más remedio que admitir que son unos tíos normales, humildes y, aparentemente simpáticos. Hasta que les conozca y, según dicen todos, me temo no me quede más remedio que admitir que son de puta madre.
Hay que joderse. Con lo que yo les he odiado.




(Como ejemplos de lo que digo las colaboraciones con Ariel Rot, Loquillo, Jaime Urrutia, Calamaro... de las que siempre han sacado más comercialmente los "colaborados" que ellos... Y, sobre todo, la producción por parte de Leiva del disco en solitario de Johnny Burning en su estudio casero GRATIS o de Rubén de su ex-compañero de Buenas Noches Rose, Jordi Skywalker... Sus actuaciones con Hot Legs (en un voluntario segundo plano tras Carlos Tarque y Rubia)... Pero también su cambio de actitud en las declaraciones: "hay muchos mitos con el rock, pero yo me hago lentejas todos los martes..."; "¿nosotros rockeros? si somos unos babas... Etcétera.
Quizás debería ser yo quien se limpie la boca antes de pronunciar su nombre...)









Despistaos: lo que pudo ser y no fue. O A mi qué me importa?

Despistaos tuvieron un disco de debut que, en mi modesta opinión, fue lo más refrescante, novedoso y prometedor del rock español de los últimos años, al menos desde el debut de Marea. Era puritito rock urbano, en la línea marcada por Extremoduro y Platero, confluyendo, ahora sí, muy bien las dos influencias (algo que los críticos decían de cada disco de rock y que, sin embargo, era falso) y quizás aliñado además con un toque tequilero o rodriguiano, con perdón.



Fue, por lo tanto, un disco que pareció que podía ser la tan ansiada Tercera Vía: ese camino utópico que comunica a los perroflautas con las pijas y que parecía inexistente hasta que Fito y Fitipaldis consiguieron arrastrar a los fieles fans de Platero (para muchos, mediante engaños y antes de que se desengañaran) al mismo punto donde atraían a la otra tribu con su pop pegadizo y limpio, pero, seguramente, mejor compuesto que nunca. Así que, claro, ¿qué ocurrió con Despistaos? Pues que se vieron en la tesitura de continuar esa vereda (aún Fito no había conseguido la autopista que ahora domina y en la que, si quiere, puede cobrar peaje) y la jodieron: segundo disco, llamado Y a ti qué te importa? producido por Alejo Stivel, que consiguió sonar en la radio más que ningún otro disco de la época (o, al menos, eso pareció: singles: Estoy aquí, Ruido, Caricias en la espalda, El hotel de tu pecho…) y que, curiosamente, no pareció gustar a nadie: no sólo no conquistó nuevas legiones de fans, sino que los perroflautas o amantes del rock que lo esperaban tras el prometedor debut les dieron la espalda, en algún caso, con desprecio.

De nuevo igual que con Lichis se puede pensar que fue un castigo a un intento de, por usar la nomenclatura al uso, “venderse”. Producción demasiado limpia, canciones bastante más suaves y cursis… y, cómo remate y para algunos como colmo de la aberración, presentación de algunas canciones del primer LP en versión remozada, acústica y sin escamas. Debe ser duro también ser consciente de que has compuesto canciones realmente buenas (Un miércoles cualquiera, Y a ti qué te importa, El malo del cuento…) y que no se te ha hecho el caso que crees merecer, por un movimiento aunque erróneo, del que puedes no tener culpa (ni es tu producción ni seguramente estás dirigiendo cada movimiento de tu carrera, probablemente, porque prefieres ensayar y componer canciones)…
Así que, vistos en una nueva tesitura, ¿qué hicieron Despistaos? Pues, primero, se dieron cuenta de todo lo que acaba de contar y decidieron despertar del encantamiento, desoír los cantos de sirena del éxito en el pop y dar un golpe en la mesa. Con un par de huevos, después de haber empezado a grabar su tercer disco con Alejo Stivel, se largaron y se lo llevaron a Iñaki Uoho. El resultado, en mi opinión bastante irregular pero con momentos bastante brillantes (si es que “bastante” y “brillante” pueden ir juntos, que me temo que no…)
Entonces descubrieron una temible verdad: el público pop estaba dispuesto a darles otra oportunidad, pero para gran parte del público de rock habían quedado irremediablemente sentenciados… Y es que ya conocemos a los talibanes, ya sean punks, rockeros, indies o folkies… No ven más allá de su cadena de cresta, chupa, gafas de pasta o briznas de hierba y están condenados a morir ahogados en su propia bilis. Y cuidado con ellos, porque están por todas partes, incluso dentro de cada uno de nosotros. La continuación de la historia ya la conocen y no merece la pena aburrirles:


Obviamente, todo esto son conjeturas, porque no conozco a Despistaos (por más que su cantante me parezca, cuando quiere, de los mejores vocalistas del rock español y por más que me encantaría que, después de pegarme una merecida hostia, cantara alguna canción nuestra). Y probablemente no haya dado ni una. Pero bajo mi punto de vista en su camino se perdió uno de los grupos de rock más prometedores y surgió uno de los, bueno, digamos más decentes dentro del pop comercial. De esos que te alivia escuchar en discotecas o radios entre la morralla habitual... pero igual no mucho más. No sé, quizás es más sencillo: por fin Despistaos han conseguido el lugar que, por calidad, desde siempre se han merecido: la primera división de la música, sin etiquetas, ya sea haciendo pop o rock… Y la movida de ser los salvadores del rock urbano igual no era su película sino otra paranoia mía más. En cualquier caso que les vaya bien.


¿Quién es el público y dónde se le encuentra?

“¿Quién es el público y dónde se le encuentra?” se preguntaba en un artículo Mariano José de Larra poco antes de descerrajarse un tiro en el pecho. “¿Quién es el público y cómo consigues que te deje en paz?” se preguntaba, supongo, Kurt Cobain poco antes de pegarse un tiro en la boca. ¿Quién es mi público y cómo consigo que sepan que soy lo que están buscando? Se preguntan, imagino, millones de chavales y no tan chavales cada día en locales de ensayo, salas de conciertos, bares, discotecas, oficinas, aulas, parques y colas del paro. Sí, el público: porque todos, punks, jevis, cantautores, raperos, incluso gafapastas, quienquiera que tomemos como supuesto ejemplo de máxima integridad con la, digamos, “ética de la independencia y la vinculación con mi entorno” en oposición al pragmatismo, a la comercialidad, al producto de merchandising, al éxito fácil o la fama a cualquier precio quiere, perdón, necesita vender o, al menos, ser reconocido, ser escuchado para poder seguir siendo.
A menudo parecemos olvidarlo: reivindicamos artistas malditos, incomprendidos, y ensalzamos obras ignoradas o incluso despreciadas en su momento. Y es que, claro, el bueno siempre es el que se ha muerto, ya sea Nick Drake, John Lennon, Jaco Pastorious, Migue Benítez, Janis Joplin o Miguel Bocamuerta. Olvidamos en cambio que lo más importante es la canción (¡estúpido!), y que ninguna obra merece ser juzgada en base a la muerte que antecede o provoca (si no es por las ganas que pueda dar de tirarse de un puente) y que, por ejemplo, cuatro tiros no bastan para olvidar la mediocridad general imperante en los discos en solitario de Lennon, ni una soga para convertir en cool la discografía de Bocamuerta, ya que lo que es, desgraciadamente y de forma irremediable, es demasiado escasa.



De hecho, muchos de esos artistas malditos, de haber sentido ese aprecio que, desgraciadamente, a veces sólo aparece tras su desaparición, habrían tenido energías para hacer, seguro, más discos y, probablemente estos habrían sido aún mejores. (sólo probablemente porque la magia de un disco es algo tan etéreo que, de acuerdo, pongámonos románticos, sí puede estar condicionado por el sentimiento de incomprensión.)
Lo siento, seguramente estoy “Hablando como el estúpido con gran experiencia que preferiría ser un charlatán infantil castrado”, que escribió mi querido Cobain antes de esparcir lo poco que le quedaba de seso contra la pared a su espalda (“no, I don´t have a gun”, cantaba el mi pobre, ¿no digan que no tiene gracia? ).


A lo que vamos pues, no me distraigan que se me va el porro al cielo y, como escribió Kurt antes de poner el punto final: esta nota debería ser muy fácil de entender…
Ya hablamos en otra ocasión (creo, si no, hablaremos, al fin de cuentas el tiempo es relativo) de la admiración que sentimos hacia Lichis: nuestro primer disco queremos que se llame “Nota de suicidio comercial” como pequeño homenaje…
Pero, dicho esto, tenemos que decir que Lichis se equivocó gravemente y con eso sentenció a La Cabra Mecánica al aceptar (no, aún peor, ofrecerse a) hacer una canción para el cupón de la ONCE que se convirtió en un éxito a la vez que fagocitaba al propio grupo, convertido ya para muchos en una parodia de sí mismo… Y que hizo que se les tomara por un grupito más de rumba canallita y de consumo fácil, olvidando la profundidad de sus letras su eclecticismo y su buen gusto. ¿Significa esto que el público acertó marginando a partir de entonces a La Cabra? No, en absoluto. El castigo fue desproporcioando, excesivo e injusto. No solo porque antes había demostrado su autenticidad y su calidad, sino porque volvió a hacerlo después y hubo de soportar el sambenito colgado.
Y es que ya decía Larra que es irremediable la existencia de un prototipo de artista “empeñado en escribir para el público, y sin saber quién es el público”. Esto a veces puede conducir a errores históricos, de los que, con perdón, no puedo dejar de reseñar dos que seguramente no resulten ni mucho menos históricos, pero que para mí son paradigmáticos: Despistaos y Pereza. Pero mejor seguimos otro día.
Por ahora, les dejamos con la canción que da título al discazo que el público, ese “ininsultable hijo de puta”, decidió ignorar.
P.D. Yo que iba para Mariano José de Larra.. y acabé en Mariñas.

viernes, 14 de octubre de 2011

Clase de interpretación literaria

AIDO: Te lo pregunte en Tenerife y no suspiste responder, quizás no quisiste por el agobio al que te sometemo despues de los conciertos, ahora te pregunto de nuevo que significa....."para que jugar al cuento con las rodillas tan sucias como amuletos"?? XD

CARLOS CHAOUEN: Significa algo así como que es difícil entender metáforas cuando te están dando por el culo.



(Charla digital en http://charlas.publico.es/carlos-chaouen-2011-09-28)