Hemos decidido reorganizar y unificar la piara de blogs de la que hacíamos gala. Tranquilos, seguimos con las mismas ganas de fracasar, solo que hemos aprendido a hacerlo con más clase. Puedes encontrar este blog exactamente igual AQUÍ.
Qué sería de las barras de bar si no hubiera etiquetas, géneros y adjetivos.
Yo quería hacer sesudas reflexiones sobre lo que es (o deja de ser) el indie, aportar elementos de juicio a este debate como buen tertuliano y al final lo que me ha salido es la historia de mi vida, quizás de la vuestra, puede que de la de muchos. Es una historia horrible y dice así:
El punk es una actitud, nos repetíamos a nosotros mismos todos aquellos que nos sentíamos atraídos por ese incierto espíritu rebelde y ciertamente frenético que quería (y quizás consiguió) representar. Nos gustaba parte de su música y nos gustaban, sobre todo, sus bares, pero nunca tuvimos la convicción suficiente para romper la baraja y presentarnos en casa con mallas, cresta, o cualquier otro de los accesorios incluidos en el paquete. Ni siquiera nos atrevimos a sacar malas notas.
Acuciados como estábamos por la posibilidad de que lo nuestro no fuera más que un juego de niños medio bien tuvimos que concluir que aquello del punk era, como digo, una actitud. No hacía falta vestir ropajes extravagantes, ni pasarse media tarde frotándose el pelo con jabón lagarto, ni siquiera teníamos que consumir unspeedde ínfima calidad. En nuestro pequeño corazón, nosotros éramos tanpunkiescomo el que más. Aquello, claro, no podía durar y casi en seguida tiramos por el rock. Rock nacional primero, anglosajón después y vuelta al nacional por último. Pero el rock tiene un grave problema que no tiene el indie: está mucho más acotado. Todo el mundo sabe lo que es y, antes o después, terminas escuchándolo todo. Vale, ahora poned el grito en el cielo durante unos minutos por esta última afirmación y después continuad leyendo.
Total, que qué es el indie y sobre todo, maldito loco, por qué te atreves a afirmar que salvó nuestras vidas.
Porque después llegó la universidad, había chicas guapas, te compraste un par de poemarios y empezaste a usar tu no demasiado atlético pero todavía joven torso para emitir señales, mensajes y bobadas en forma de camisetas. Fueron éstas, precisamente, las que terminaron por cerrar tu etapa más punkie: un punki no necesita comunicarle al mundo que no es un número, recomendarle que mate a sus ídolos o enseñarle el último grafitti genial de Bansky. En su pasividad radica su fuerza y tú eres un tipo activo, te gusta salir, hacer cosas, meterte en camisas de once varas…
Sin darte cuenta te has convertido en un cultureta. ¿Cómo me ha podido pasar esto a mí? te preguntarás, ¿no lo era ya en el insti?, ¿tiene cura?, ¿me hace más gordo?. Tranquilo muchacho, no todo es tan malo como parece. Es cierto que no se ha encontrado cura por el momento y que sí, te hace más gordo, es hasta posible que te eches una novia normal y ninguno de los dos os merezcáis esto pero, por el amor de dios, nos criamos en los noventa, ¿qué esperabais?
En fin, que empezaron a cansarte las letras sociales y reivindicativas de Reincidentes (aunque aún las escuches muy de vez en cuando con emoción calimochera), te aburriste del rock clásico (vale, quedaron Keith Richards y cuatro más pero no me vengas ahora con que escuchas a los Byrds, a los Who y a su puta madre porque eso no se lo cree nadie, ni siquiera en estos tiempos de Spotify en que los tienes a un click de ratón). El pop ni está ni se le espera, por supuesto, y nadie va a tenerte en cuenta que canturrearas alguna canción de Amaral en aquel garito para demostrarle a esa chica que te la sabías. Lo de Duncan Dhu y Mecano suena hasta entrañable, no te preocupes.
Lo que quiero decir es que el indie nos permitió comprar la ropa que queríamos, una ropa que expresa lo que sentimos pero sin dañar la vista de nuestros padres ni hacerles quedar mal cuando se reúnen con sus amigos a tomar unos chatos y que nos llevó directamente a escuchar canciones que hablaban de las tribulaciones de nuestro pequeño corazoncito usando esos versos tan ingeniosos de la nueva y joven (siempre joven) poesía española. A veces hasta conseguimos que una chica se acercara, sonriera y nos dijera: me gusta tu camiseta. Ahora ya no se acercan, con suerte le dan al botón de “Me gusta” en Facebook, pero en nuestra adolescencia tardía lo hicieron y eso es lo importante.
Os hablo de camisetas porque la música indie no existe, sólo existen los indies como personas individuales. En cuanto a lo que conocemos por música indie zanjaremos aquí la cuestión diciendo que se trata de grupos que parten de bases de rock ligero y pop y que suelen incluir toques electrónicos aquí y allá: quizás existan indies sin un Mac pero yo, desde luego, no quiero saberlo. Ellos se empeñan en hacer dos cosas fundamentalmente: 1) poner su voz a la altura de los demás instrumentos y 2) y menos habitual: intentar ser creativos y hacer algo diferente. Es decir, partir de las bases citadas e intentar darles una vuelta de tuerca. Algunos, muy pocos, crean su propio género (Radiohead) y terminan teniendo éxito por sus propios caminos y medios; para los otros, la inmensa mayoría, el indie es la historia de una frustración: o bien le dan al público lo que quiere (un estribillo y que la voz se escuche con nitidez) o sacan un single comercial con la esperanza de que esta canción lleve a algún incauto a escuchar el disco entero y hacerse fan. El indie es insostenible a largo plazo: al final uno termina teniendo hijos y comprando una casa, y eso vale dinero. Puede ser una etapa de tu carrera pero difícilmente se convertirá en tu vida. Hay tres opciones: tirar por el rock, tirar por el pop o disolverse y pasarte la vida haciéndote la víctima y achacando todas tus desgracias al bajo nivel musical del populacho.
Llegamos a la conclusión, pues, de que el indie somos nosotros. Los que no encajamos en el punk pero queríamos algo alejado del mainstream y que no nos obligara a tantos sacrificios como a nuestros amigos con cresta, los que necesitamos algo que nos haga sentir diferentes a la audiencia de Telecinco pero no queremos que nos pongan la cabeza loca con gritos (ni punkis, ni deluxe) o distorsiones forzadas (ya sean de guitarra o de la voz de Jorge Javier) y valoramos que las letras hayan sido releídas dos o tres veces antes de atreverse a grabarlas, los que nunca bailábamos en los bares y nos dedicábamos a otear el horizonte y clasificar la fauna baretera, esto es, a mirar culos mientras nos emborrachábamos en la soledad de nuestro grupo. Los herederos directos (moldeados en el yunque de la universidad) de aquellos quinceañeros que se dedicaban a pontificar sobre cuál era el mejor directo del rock español, si Algazara, Hay alguien ahí, Siempre hay una historia o Iros todos a tomar por culo. Y las camisetas, sobre todos las camisetas.
Eso, y que somos ligeros, blanditos y autopoéticos. Con perdón.
Están repitiendo emisiones de HOY EMPIEZA TODO de Radio 3 (presentando por el genial Ángel Carmona) que uno, como trabaja por las mañanas y no es persona por las tardes llevaba tiempo descuidando... Pillo una entrevista con CORIZONAS, la banda surgida de la fusión de Los Coronas y Arizona Baby y Fernando Pardo da una lección sobre los garitos:
"Hay que ir a ver a los colegas a los garitos... siemrpe, aunque sean malos... Piensa que igual luego practican y se hacen unos artistas y tú no les apoyaste cuando lo necesitaban... O que triunfan y quieres que les cueles, te pueden decir: ¡los cojones! ¿dónde estabas tú hace 3 años?"
-Ángel Carmona: Decís que eráis un "grupo de garitos" y que ahora habéis subido a otro nivel... ¿eso significa que Los Corizonas dejaréis los garitos?
-Fernando Pardo: Eso nunca: los garitos no hay que dejarlos nunca... Un grupo se tiene que crear para tocar en garitos... Luego, si triunfas y se te quedan pequeños, pues lo deshaces y formas otro para tocar en garitos... Y, si triunfa, pues lo mismo. Así sucesivamente...
Me ha recordado, por su antítesis, a aquella fábula del grupo que se vende o, al menos, pierde su esencia, tan bien narrada por Joaquín Sabina en el añejo Rap del optimista (y sí, cuando digo añejo quiero decir grabado en una versión ochentera-cutre que ha envejecido mal, pero es lo que hay):
Era un grupo de esos que ves en un garito por cien pavos; coca, birra y sexo, cresta de almidón, chupa con clavos. Eran cuatro mendas de una intensidad provocadora gritándole al mundo: “¡por fín ha llegado nuestra hora!” Y tocaban rocanrol, algo inmaduro pero rocanrol, pelín oscuro pero rocanrol, bastante duro pero rocanrol, si no hay futuro ¡viva el rocanrol!. Hasta que llegó el verano y les presentaron a un locutor que tenía un amigo arreglista que era vecino de un productor casado con una teclista muy vanguardista que era la amante de un elegante representante que tiene un socio con mucha vista pa hacer negocio con los cantantes. Y llegó la Visa, con sus chantajes, y empezó la prisa de los viajes y se acabó la risa. Ya no van a bares, montan sus movidas en privado, saben adaptarse a las exigencias del mercado; seis galas hicieron con el Duque en las municipales fueron los terceron de los no-sé-cuántos principales. Ahora tocan puro pop intencionado pero puro pop pelín pesado pero puro pop Contra el pasado: ¡larga vida al pop!
Desde que llegó el verano
y les presentaron a un asesor
de imagen que estaba enrollado
con la sobrina de un promotor
cuñado de cierta modista
que era la esposa de un columnista
de esa revista tan prestigiosa
por su talento para la cosa
del lanzamiento de los artistas.
Ahora van de yuppies -fotos en “Hola”-
juran por Snoopy, que es lo que mola,
pasan de las groupies.
Hoy tocan el rap del optimista
en vez del blues de la necesidad,
hasta en la consulta del dentista
suenan por el hilo musical.
Quedaron con el voto portugués
los decimoterceros en Eurovisión,
ellos que juraban comerse la vida
fue la vida y se los merendó.
Y aunque han pisado más de una mierda
sus zapatos de gamuza azul
ahora van con Lottuse sobre las moquetas
y a Solana lo tratan de tú.
Que nadie se sienta aludido, a mí
las moralinas me hacen vomitar
quise hacer un cuento divertido, sin
parecido con la realidad.
Que se quede cojo de las tres piernas
cierto crítico que hay por ahí
si miento cuando digo que nunca pido
consejos y jamás los dí.
A no ser al tipejo ese del espejo
que me vacila cantidad,
a veces me hace un corte de mangas y dice
“no hay quien te soporte, chaval”
Al fín y al cabo lo único que pasa
es que necesitaba componer (pa comer)
de canción que terminara de una
maldita vez este elepé.
Ya quisiera yo, en lugar de este reggae,
haber escrito Rapsodia en blue
Chelsea hotel, Guantanamera,
Tatuaje, o She Loves you (yé, yé, yé).
Pedro Navaja, Like a rolling stone,
Dos gardenias para ti,
Mira que eres canalla, No hago
otra cosa que pensar en ti,
Marieta, La estatua del jardín botánico,
Moon over Bourbon street.
Qué culpa tengo si a lo más que llego
es a Pongamos que hablo de…
Pongamos que hablo de…
Pongamos que hablo de… maní
si te quieres con tu novia divertir…
Y al que me venga con que cómo puedo cometer la herejía de mezclar en un mismo post a Corizonas con Sabina le contestaré lo que dijo Javier Vielba, de Arizona Baby y ahora también en Corizonas, en una entrevista con Íñigo López Palacios en El País el 25 de octubre de 2011 acerca de la diferencia entre dos tipos de público: el suyo y el formado por los talibanes rockeros de Los Coronas y Sex Museum: "Siempre viene algún bobo a tocarte los cojones. Nuestro público es mucho más majo. Van a festivales, se drogan y se lo pasan guay. Y si pueden echar un polvo, mejor. Los suyos, no. Están a ver quién tiene más vinilos de Leon Russell. Son un coñazo"
El día de los inocentes ha sido el momento escogido por Bebe para anunciar que lo que durante algún tiempo ha intentado hacer pasar por una canción (adelanto, incluso, de un disco de estilo similar) no era más que una tomadura de pelo...
¡Y pensar que había gente que se la había tragado doblada!
Esperamos que pasada la inocentada vuelva a hacer discazos como aquel P´afuera telarañas :)
Sin embargo, el indie en España ha acabado por agrupar una tendencia que se ha convertido en moda, luego a una moda que se ha hecho lobby y, por último, un lobby que, para algunos, parece apuntar al monopolio: la enorme mayoría de los nuevos grupos que surgen parecen tener, en mayor o menor medida, sus características e, incluso, y esto es lo más curioso, algunos que venían de otros lados acaban evolucionando hasta asimilar conceptos o incluso situarse en el epicentro indie (Christina Rosenvinge, Loquillo, Fino de los Enemigos… y dicen que ahora Amaral). ¿Y cuáles son sus características? Pues para algunos de sus enemigos se podrían resumir en: voz grabada baja, a ser posible monocorde y, aún mejor, desafinada, letras entre agudas, irónicas y profundas, cargadas de referencias a la cultura popular (Arconada, Cassavetes, el Marca, Mercadona) y, sobre todo, una revisión del mainstream de forma más irónica pero, a menudo, muy próximo. ¿Digamos, siendo simples, que el indie es al pop lo que la posmodernidad fue al Boom? ¿Es decir, que Los Planetas son a los Beatles lo que Vila-Matas a Borges? No sé yo…
Lo que sí queda claro es que, a menudo, pueden parecer corrientes muy próximas. Para muestra de la visión de algunos sobre este asunto, la irónica comparación de Raúl Querido personificada en la pobre Russian Red:
Fijaros en la letra:
Canciones algo infantiles
cantandas en inglés o castellano
(…)
Esto es música:
una voz atiplada llena de agudos,
paseo por el campo con los pies desnudos,
historias contadas de puntillas
sobre la nada, lo cotidiano
Si eres guapo, si eres guapa,
¿qué más da si tienes el encefalograma plano?
Una retahíla de tópicos
con guitarra acústica, sesión de fotos
¿esto es música?
Siguiendo esta línea, Quico Alsedo, el blogger del Sexo, Drogas y Rock&blog en El Mundo, aprovechó que Russian Red se declarara de derechas para cargar contra el colectivo indie con una ponzoña de nuevo en mi opinión con excesiva tendencia a la generalización, la hipérbole y a la mala hostia:
Que Russian Red es de derechas no hacía falta que se lo dijera ella misma a Marie Claire.
Lo dice su música. No hay cosa más conservadora. Julito Iglesias arriesga más. Es una figura de Lladró que emite gorgoritos. No hay manera de decir menos: clichés pop y letras en un idioma que no es el suyo, con la consiguiente cobardía, con el consiguiente vacío. Música para anuncios: de coches, de compresas, de seguros.
Pero lo mejor de Lourdes Hernández, aparte de su bella voz (que es como tener en casa una trompeta muy reluciente que nadie ha tocado jamás), es lo que destapa al admitirse de derechas: el conservadurismo de su propio público, los indies que van de progres pero en realidad son borjamaris de colleja. Los famosos -con todos ustedes- pijoindies.
Ella tiene los huevos que no tiene su público al admitirse conservadora. Lo que realmente jode a sus fans no es que se la lapide mezclando política y música: es que ella misma les ha destapado. Van de una cosa y son otra. Ella no quiere ser la coartada. Ole sus huevos.
Lo independiente, lo indie, aunó una vez varios adjetivos: minoritario, diferente, arriesgado, inadaptado en definitiva (lo adaptado es un coñazo). Ahora sólo significa negocio y no, no nos representa.
Russian Red es el ejemplo viviente de la prostitución de la palabra. Si fuera extranjera, nadie le prestaría la más mínima atención en España. Su último disco es tan artístico como sus vestidos de flores: puro diseño. Típico en este tiempo de facebooks, twitters y demás poses.
¿Que hay que separar arte y política? 1: lo que hay que distinguir es arte e ideología (la religión, siempre jodiendo). 2: política es todo en esta vida porque implica una visión del mundo. Y 3: lo que importa no es lo que se dice, sino lo que se hace, y arte no es, desde luego, lo que hace nuestra heroína, que escribe canciones como quien cocina pasteles. Sólo hay emociones de tercera mano en la música de Russian Red.
No quería escribir otra vez sobre la evidente Marisol de su generación para que no parezca que tengo una fijación, pero en fin. La chica, además, tiene el absoluto don de la oportunidad. La gente sale a la calle hasta los huevos de todo, y ella se sube al sofá y se pone a tomar el té. La comparación es demasiado obvia, pero Bibiana Aido estuvo dos años casi sin dar entrevistas después de la cosa aquella de las 'miembras'. Se impone un control de daños, Lourdes.
No obstante, hay que reconocerle el valor a Russian Red (nombre que ahora se revela genial por provenir del color de un pintalabios): ha tenido la sinceridad del niño que dice que el emperador va desnudo. El emperador es su público y el negocio pretendidamente indie. La desnudez es su conservadurismo. La niña, claro, es ella.
Vaya por delante que no comparto esta inquina, ni al movimiento indie en general (hay grupos que me encantan, grupos que me gustan, grupos que me interesan y no demasiados grupos que mataría con mis propias manos) ni hacia Lourdes en particular. De hecho, hasta la próxima entrega, os dejo con ella:
Lo de Igor Paskual con el indie parece algo personal (es entendible: pocas cosas pueden ser más duras que tu chica te deje por un gafapastas). Así que quizá esel turno de réplica para dos grupos oficialmente abrazados por esta etiqueta: Love of Lesbian y Triángulo de Amor Bizarro:
Por partes: Entrevista de Loquillo a Santi Balmes, líder de Love of Lesbian en el nº139 de Rolling Stone (Mayo 2011):
-Los indies y su idiosincrasia. ¿Es autenticidad o un reciclaje del negocio?
-La visión desde fuera es que los indies son una pandilla de gafapastas y de esnobs. Hay un tanto por ciento que podría responder a esas características, y por ese motivo el indie se autofagotiza. En cuanto ven una planta que crece más que las demás, intentan podarla, como si dejara de ser auténtica por haber trascendido de un ámbito ultraminoritario. Hablamos de canciones, y eso es música popular. Yo me emociono cuando veo a un montón de gente cantando Wonderwall en un estadio, si soy vulgar por ello, perdónenme. Cuando empiezas a trascender del mundo indie, empiezan a caerte las primeras críticas: “Esto no es indie, señores”, decía una web sobre nosotros. (…) Hay gente que no quiero ni pensar cómo debe ser, pero da la sensación de que han perdido la perspectiva de la vida real reivindicando a la banda más marciana, con el portátil desde una bañera y con las persianas bajadas, porque es albino y sociópata. (…)
En el mismo número, en la entrevista a Triángulo de Amor Bizarro:
Sorprende que el indie (asociado a lo juvenil y a lo alejado de convenciones) casi nunca entre en juego lo político y lo social. Vosotros sois una excepción, porque de alguna forma sí que deáis ver una actitud más inconformista y oscura.
La prensa, cuando se pone a separar churras de merinas y a poner etiquetas tan generales, hace que pierdan todo el sentido, la verdad. Dentro de lo que ahora se llama indie, se suelen incluir grupos que no tienen nada que ver entre ellos. Era como lo del grunge: ¿qué tienen que ver Mudhoney con Nirvana o con Pearl Jam? Está bien como estrategia de venta, pero más allá de eso, a nivel artístico, es una tontería. Lo mismo con el indie, en estos días. Es una etiqueta usada por gente que lo ve desde fuera, para referirse a algo que no sabe cómo llamar. Igual que las señoras y políticos de Madrid en los 80 se referían a la juventud moderna de la época como “los pasotas”.
Así que no parece una cuestión de ser minoritario… ¿Entonces? ¿Eres indie si cantas muy, muy bajito y sin vocalizar lo suficiente para que nadie entienda tus letras entre naives, intelectualoides y entre freaks y agudas? Gracias a dior, no.
Es cierto, que, como aseguran los mismos Triángulo de Amor Bizarro, el indie, en parte es el triunfo de la normalidad:
Ahora hay una industria que sostiene todo esto.
A ver, en España el pop mainstream de los 90 y los 00 fue de los más cutre, con todo lo latino, los cantautores, OT y lo demás, y alguien tenía que llenar el vacío actual. Me parece estupendo que ese sitio lo ocupen ahora grupos de pop normales, y no las aberraciones de antes. Cuando vuelva a ponerse de moda cualquier horror, la prensa generalista se olvidará del rollo indie este. Pero a mí, tanto me da.
Sin embargo, no a todo el mundo le da tanto... Muchos grupos (entre los que nos encontraríamos, creo, la verdad que nunca hemos tratado el tema) nos negaríamos a recibir esa etiqueta por prejuicios, pero parece claro que no hay sonido indie, ni estilo indie, ni ritmo indie a la hora de tocar la batería…
O sea, que parece claro que podemos eliminar los motivos puramente musicales (y démonos cuenta de que estamos admitiendo eliminar motivos puramente musicales para hablar de música, con lo que ya vamos mal…)
Pero bueno, aunque sea por intentar avanzar, intentemos ampliar el campo de batalla del debate a algo tan etéreo como “el espíritu”. Para ello recurriremos a Eloy Fernández Porta, cuentista interesante y ensayista de lujo, que se plantea de forma lúcida:
¿Hay tal cosa como un espíritu indie claramente diferenciado de la práctica mercantil, o sólo podemos hablar de actitud, estilo o infraestructura llamados indie, y concebidos como aquel subconjunto del mercado que obtiene su legitimidad artística, y algunos efectos estéticos, de su declaración de renegar de aquél? En la vida cotidiana este debate suele quedar colapsado por los argumentos a priori y el parti pris. O crees en el prestigio del indie o no te lo tragas; antes de oír una canción, sea bella o fea, uno ya está dispuesto a categorizarla, sea como muestra de espíritu libre o como actitud interesada travestida de indio –y ello “independientemente” de lo que diga la canción-. Tal como yo lo veo, la única manera de abordar este debate es reformularlo en relación con la poética de las relaciones personales que se propone la música en el grupo (…)
La condición de posibilidad de la escena indie como espacio de creatividad desinteresada sigue la misma estructura que el idealismo de la relación amorosa –y cuando digo “idealismo” no me refiero a “lo que creen los inocentes”, sino a “aquello en que todos, aun los más cínicos, deben creer en alguna medida, aunque su comportamiento parezca desmentirlo”-.
(EROS: La superproducción de los afectos. Eloy Fernández Porta.
Premio Anagrama de Ensayo 2010)
Entonces... ¿ser indie es ser autoconsciente, con espacio para el cinismo, la ironía y la autocrític?. No, porque entonces Los Coronas, Sex Museum, el mismo Andrés Calamaro en los últimos tiempos… serían indies y de nuevo no nos encaja. ¿O sí?
Así pues, parece claro que podemos descartar aplicar o no el término en base a la chorrez de sacar discos de una u otra forma, sobre todo ahora que todo parece abocado a la desaparición de las discográficas y necesitamos una separación que nos valga para discos autoeditados, editados en Creative Commons, editados sólo en vinilo o también para canciones sueltas puestas a disposición del público (“ese ininsultable hijo de puta”) en sitos de internet o webs propias. No por nada, sino aunque sea por evitar maniqueísmos estúpidos como el célebre de Mark Perry (creador del fanzine punk Sniffin Glue) que llegó a asegurar, el insultable hijo de puta, que “El punk murió el día que The Clash ficharon por CBS”… con lo que deja a un género musical tan aislado, talibán y solitario como el punk aún más huérfano si se carga sus pilares (y probablemente unos de sus puntos álgidos) London Calling (musicalmente) y Sandinista (ideológicamente).
Perdón. Que se me va el porro al cielo...
En fin, eliminada pues la primera opción para clasificar el término, intentemos adentrarnos en lo musical. Tranquilos, que también fracaseremos:
Según uno de los grandes gurús de lo indie, Julio Ruiz, (que para los indies vendrá a ser como Juan Pablo II para los cristianos) el término vino de chiripa, auspiciado por New Musical Exprees y Melody Maker, que de repente un día, de la noche a la mañana, apareció con la “Lista Indie”, que fue aceptada igual que La Quinta del Buitre… total, mientras sirviera para entendernos estaría bien, pero ¿qué es lo indie?
Para Igor Paskual (exBabylon Chat, guitarrista de Loquillo y que, diga lo que diga, ha hecho un disco, al menos en mi opinión, bastante indie) parece tenerlo mucho más claro: asume el término pero cambia la concepción:
El indie era un tipo de clase media, universitario, sin talento ni glamour que formaba grupos a principios de los años noventa. Los que no tuvieron éxito en cuanto terminaron la carrera dejaron sus bandas, cosa que dado el poco tiempo que habían invertido aprendiendo a tocar sus instrumentos, no les causó demasiada pena; al resto del mundo tampoco. En un principio, se oponían y se situaban conceptualmente en las antípodas de los grupos de pop rock español de los años ochenta, que ya se habían convertido en dinosaurios. Pasaban de los estereotipos del rock, de las normas del mercado y cultivaban la imagen de la “no-imagen”. Buscaban sus fuentes de inspiración en grupos como Pavement o Dinasour Jr. pero nunca tuvieron pelotas de copiar a otros grupos indies como Primal Scream o The Smiths. Al no tener nada que contar, escribían sus canciones en un curioso derivado del inglés que no hubiese pasado ni un examen de la LOGSE y, como nadie les quería sacar un disco porque eran malos de cojones, firmaban por compañías independientes que eran las únicas dispuestas a financiar semejante desaguisado. Una compañía independiente, para entendernos, es lo mismo que la EMI o la CBS pero sin pasta y, suele estar dirigida por un señor vestido de joven tan hijo de puta como cualquier tiburón de las finanzas. Los grupos que pudieron, como eran tan alternativos, a la primera oportunidad que se les presentó, se largaron a una discográfica grande que les sacase del anonimato indie; por desgracia, su escaso público nunca se lo perdonó, ya que les importaba mucho más el sello bajo el que grababan que las pocas canciones buenas que fueron capaces de hacer. Su peor delito fue la tibieza de corazón, lo “Indi-ferente” que te dejaban después de verlos tocar. ¿Underground?
Recientemente parece que el mundo de la música se ha dividido en dos tipos: los que son indies y los que no. Pero yo cavo.
Y antes de que se nos vaya de las manos deberíamos replantear un punto de vista que, quizá especialmente, comienza a ser absurdo en muchos sentidos pero, desde luego, como cualquier etiqueta que se precie, es indudablemente parcial, arbitrario y con excesiva tendencia a generalizar. Para empezar, el término parece paradójico en su propia concepción: ¿si Bisbal saca un disco con una discográfica “independiente” pasaría a ser indie? ¿Si a un directivo en tripi de EMI le da por cometer el error de contratar a Sr Chinarro y consigue sacar disco antes de que le echen, dejaría de serlo?
Creo (y quizá es suponer demasiado) que ya no tenemos cuatro años así que vamos a empezar por obviar este punto… pero bueno, para zanjar ese tema tiro de hemeroteca y de argumento de autoridad: en su columna semanal de El País Diego Antonio Manrique (qué bien nos viene este hombre, joder) desvelaba lo siguiente:
Un sitio de Internet llamado ReverbNation consulta a 2.000 artistas independientes: con la que cae, ¿estarían dispuestos a fichar por una multinacional? Sabemos que, desde finales del siglo pasado, las grandes disqueras sufren el vilipendio universal: que son incapaces de atender las exigencias del consumidor, que desperdician sus recursos en lujos, que desprecian la música, que hacen acrobacias con su contabilidad, que exigen una tajada brutal de los ingresos extradiscográficos.
Con todo, un 75% de los encuestados por ReverbNation dijo que sí. Aceptarían la mordida de las majors, se plegarían a manipulaciones del proceso creativo, firmarían un contrato tan leonino como cualquier hipoteca bancaria. En el otro platillo, simplemente brillaba una incierta promesa de llegar a la Primera División. (…) Según ReverbNation, hubo diferencias en el grado de aquiescencia. Solo un 63% de los practicantes del rock alternativo se prestarían al hipotético pacto faustiano, tan contrario a la ética indie (¿no murió Kurt Cobain por el pecado de pactar con Geffen Records?). Más prácticos, un 81% de los artistas del hip-hop saltarían a la piscina de los tiburones. Tiene su lógica: los raperos estadounidenses carecen de hipocresía respecto al éxito y sus frutos, no disfrutan de un gran circuito para actuar, pelean por los sponsors y sueñan líneas de productos con su nombre. Deben entrar en un mecanismo mediático que requiere grandes inversiones. Sus grabaciones son más caras y sus carreras menos longevas.
Entiendo los motivos. El artista novel del tiempo presente se enfrenta a la incertidumbre del cambio de modelo de negocio, pero, de forma inmediata, a una insoportable carga de trabajo. Necesita ocuparse del registro, difusión y ¿venta? de sus canciones. Las tareas se acumulan: gestionar su presencia en las diferentes redes sociales, fabricar y vender su merchandising, buscar los ansiados conciertos y, en algún momento, ensayar y componer. En contra de lo que se cuenta, los directos de artistas desconocidos generan pérdidas. Solo los grupos con una sólida caja de resistencia y una voluntad acerada superan ese calvario e intentan acceder al siguiente escalón.
Queremos creer que todo se simplifica cuando nos cobijamos bajo las alas de una disquera potente. Cierto, aunque aquí también entramos en el territorio del pensamiento mágico: estamos hechizados por demasiadas ficciones -entrevistas deshuesadas, novelas baratas, películas con moraleja, biografías tramposas- donde el salto del local de ensayo al gran escenario es un vertiginoso flash forward sin huecos para detallar renuncios, humillaciones, chanchullos.
De todos modos, también urge relativizar la supuesta omnipotencia de las multis. Algunas hoy son la sombra de lo que fueron. Despidieron a los empleados más astutos, se han quedado con plantillas esqueléticas, parecen funcionar en piloto automático. Una vez más, resuena la advertencia de Los Cardíacos: "Las discográficas no dan la felicidad". Pero, respondo, saben de placebos.
La revista Mojo saca un especial sobre el indie británico... Lo que nos llevará a, dentro de nuestras mínimas, patéticas, posibilidades, hacer un especial sobre el indie patrio en varios días. Permanezcan atentos a sus pantallas.
“Nos han vuelto a expulsar. Lo llaman crisis, pero todos sabíamos que nuestro sitio nunca estuvo en el paraíso. Aquí afuera, en nuestra orilla, tanteamos en la intemperie y despertamos otra vez. Somos las razas de Caín y tenemos hambre. Somos Los Enemigos y hemos vuelto”.
Firmado por Josele, Fino, Chema y Manolo.
El mejor resumen, sin embargo, lo hace Josele Santiago en RockdeLuxe: "Volvemos por dinero, pero cómo me apetece...". En ese mismo reportaje (son portada de la revista) se permiten juzgar regresos que han sido un petardo y otros que consideran dignos.
Nosotros, la verdad, solo esperamos que vuelvan con la mitad de ganas con que las dejaron:
No lo dudamos, ¿eh? Si algo han sido siempre, para bien y para mal, ha sido auténticos. Y Josele, aparte de borde, sincero. De eso no hay duda.
Una pena... Mira que siempre habíamos tenido como sueño húmedo grabar una versión de "J.D. Central nuclear" de Extremoduro a dueto con Bebe. Por supuesto, cediéndola como caballeros la parte de "no me jodas en el suelo/ como si fuera una perra/ que con esos cojonazos/ me llenas el culo tierra..."
Una nueva entrega de la sección de EFEEMEMúsicos en la sombra. Hoy, Jacob Reguilón, que empezó a los 17 años con Mercedes Ferrer, enseguida siguió con Ariel Rot y lleva mucho tiempo como mano derecha de Quique González. Interesantísima toda la entrevista: sincera, abierta y, también, con un intento de objetividad importante.
Rescatamos este fragmento:
En los comienzos de Quique, recuerdo que llegó a telonear a Estopa y La Oreja de Van Gogh en el Palacio de Deportes con su primer disco. Apostaron fuerte por él, aunque aquel concierto no tuvo nada que ver con la carrera posterior de Quique.
Con Quique pensaron que “Personal” iba a vender 400.000 discos, y fue una hostia. Íbamos a Bilbao a tocar y había quince personas, excepto Madrid, que se llenaba El Sol. Lo que pasa es que Quique tiene una capacidad de esfuerzo, de trabajo y de confianza muy grande, y es lo que hace que haya conseguido que esté en una situación más o menos cómoda en un momento en el que todo se cae. Creo que el problema ha venido por dos lados: la crisis de la piratería, y la crisis de los ayuntamientos, las contrataciones de verano. Quique nunca lo hizo, buscó otras alternativas, que son las que están funcionando ahora.
Era el camino difícil.
No le quedaba otra, le quedaba rendirse o seguir. Imagínate a Quique cantando temas como ‘Aunque tú no lo sepas’ en una feria, con la muñeca chochona al lado. Es normal que no le llamasen los ayuntamientos.
“Personal” fue un punto de partida muy rockero.
Sí… Carlos [Raya] y él han crecido juntos, se ve hasta “La noche americana”. “Salitre”, siendo maquetas fue un punto de inflexión importante. A lo mejor si se hubiera grabado el disco hubiera sido más cercano a “Personal”, quién sabe. Tiene muchas cosas, no es un disco tan directo como banda de rock. Carlos se debió buscar la vida a la hora de arreglar…
Es un disco que transmite mucho así. A veces hay discos muy edulcorados en la producción.
Hay que encontrar el equilibrio, encontrar una producción que mole, no pasarte ni quedarte corto. Es muy complicado. “Salitre” estuvo un año y medio rodando por las compañías, hasta que Universal volvió a contratarle.
Él ha ido casi alternando discos más rockeros con discos más intimistas y acústicos…
Sí, tiene las dos venas. Lleva muchos discos con muchas canciones, va al estudio con 25 o 30 temas para grabar, y a veces le apetece hacer temas más íntimos y otras canciones más cañeras. Para mí ha habido dos puntos clave en los que ha ganado en maduración, y ha sido siempre él solo: ese año y medio y la gira de “Kamikazes”, ahí hubo un punto de aplomo en el escenario, de sentirse cómodo.
"Perdidos en la carretera es un documental producido por La Chula Producciones y dirigido por Benet Román que indaga en las múltiples paradojas de la escena musical de nuestro país: discográficas cerrando sus puertas y el público consumiendo más música que nunca, ventas en caída libre mientras las descargas en Internet siguen subiendo escalones, los conciertos y festivales se multiplican pero los artistas ven como menguan sus ingresos... Expone estos arduos problemas e intenta ofrecer soluciones a través de entrevistas con los principales responsables de la industria musical: discográficas, managers, programadores, periodistas y responsables políticos desfilan ante la cámara. Una cámara que también presta atención, por supuesto, a aquellos artistas emergentes que participaron en el circuito GPS 2010 (Girando Por Salas). […]
Presente y futuro de la música en España se encuentran y dialogan en un documento fílmico que cuenta además con entrevistas exclusivas con los siguientes artistas: Triángulo de Amor Bizarro, Guadalupe Plata, Napoleón Solo, Alondra Bentley, McEnroe, Maika Makowski, Raynald Colom Quartet, Delahoja, St Fusion, Shotta, Damien Lott, Gastelo, DePedro y Shiva Sound.
El documental se realizó para hacer un seguimiento de Girando por Salas, GPS2010, una iniciativa del Ministerio de Cultura a través del INAEM que el pasado año organizó giras de conciertos a nivel nacional a 50 artistas emergentes para apoyar los artistas noveles y los circuitos de música en vivo.
El documental, grabado durante la pasada edición del GPS2010, se emitirá a las 00:30 en la noche del próximo domingo, 27 de noviembre, en La2 de RTVE."
Curiosa entrevista en el blog de El Heraldo de Aragón a los tres miembros de Héroes del Silencio que no son Bunbury... (no es cosa mía: prácticamente así viene anunciada y así se resalta en los diferentes titulares).
J: Los Héroes somos diferentes. Lo mismo que nos reunimos para hacer una gira como la del 2007, podemos hacer otro disco, claro, ¿por qué no? A lo mejor nos reunimos nosotros tres a ensayar el año que viene.
¿Sin cantante?
J: El que quiera venir vendrá.
¿Puedes ser más explícito?
P: Es que no puede serlo porque como no hay plan de nada…
¿Pero lo habéis hablado?
J: Sí. Nos apetece tocar.
¿Solo para vosotros o delante del público?
J: No, primero entre nosotros, las cosas van una detrás de otra. Nosotros mostramos música cuando nos gusta. Primero hay que trabajar. No podemos decir: vamos a hacer esto o lo otro ahora mismo. Ha pasado tanto tiempo que es imposible adelantar nada, pero si se ve una predisposición pues seguiremos adelante.
¿Y si esa predisposición origina que las canciones vayan tomando forma y se tenga material para mostrar, quiere decir que los tres podríais mostrar ese trabajo en un escenario?
J: ¿Tú que tal cantas?
(Risas) Me muevo mejor que canto… (más risas).
J: Es que no sé. Desde luego los tres solos, no.
¿Con alguien más, sí?
J: Todo puede ser.
P: Pero no se pueden hacer conjeturas porque solo son ideas que están en el aire.
J: Lo que hay que sacar en limpio de todo esto es que tenemos ganas de tocar los tres, luego ya se verá lo que pasará.